Tenía como cuatro años. Era 1959,
y Palmar Sur era la capital de todas las fincas.
Nací en el dispensario de la Yunai en Palmar Sur, después de la gran llena, el 26 de Noviembre de 1955. Soy Oseño, soy sureño.
Mis padres vinieron a trabajar al sur. Mi padre fue mulero y peón bananero, mi madre fue empleada doméstica de un mandador.
Me crié en el cuadrante de Finca 3 vieja, luego esta sería Finca 1. La casa donde me crié era de dos plantas color gris, el gris significaba “que éramos peones bananeros”. En la planta baja estaba la sala y la cocina, en estos tiempos era un fogón. No teníamos electricidad ni gas, recuerdo que la leña que usábamos era de mangle rojo, leña de muy buena calidad. Esto lo recuerdo porque mi padre iba al embarcadero de Cortés por esta leña, que era traída por los pica leña de Boca Brava. (Don Modesto Lara)
La vida para “los niños del bananal” no fue muy cómoda, fue muy simple. En el cuadrante como se le llamaba al centro habitacional, estaba la plaza de fútbol al centro, la cual era rodeada por todas las casas y se podían ver las mejengas desde la segunda planta. Hoy todo esta desolado y las casas fueron demolidas, puedo recordar algunas de las familias que vivían en estas casas: don Rubén Montero, don Leonel, don Quino, Bolívar Rojas (capataz), Chanito (músico), don Sixto Venegas, Sabitas, Bellito, Macho Zelaya, Pedro Sánchez, don Luis Carvajal y lamento los que no puedo recordar. Había una especie de ermita a San Martín de Porres, luego la planta de irrigación, el comisariato que era como una especie de súper mercado, donde se reunían todos los niños y niñas a ver la televisión todos los días por la tarde.
La escuela de Finca 3 ¡qué bonita era! Hoy es un establo donde duermen las mulas de Palma Tica. Con sus cercas de amapolas con sus flores rojas, sus árboles de mango, manzana de agua y naranja; su entrada principal estaba construida con baldosas, y bellos árboles de almendra de playa le daban sombra; su maestra doña Virginia, muy dura para enseñar pero muy cariñosa con sus alumnos.
Mis compañeros recuerdo muy pocos de ellos. Los días eran muy largos, jugábamos frente a la casa con algún pedazo de balón, también nos hacían unas carretas con las tapas de los tarros de avena y esto nos proporcionaba largas horas de juego. Otra diversión era ver las mejengas de los adultos por las tardes.
Las mañanas en el sur de Costa Rica son muy azules y el sol es muy brillante. Se podían ver los zopilotes volar en círculos en el cielo azul del sur.
Alrededor de la plaza de deportes habían árboles de mango, palma africana y cocoteros (pipas), que fueron cortados cuando empezó la fumigación aérea, fue una mañana gris de invierno, y desde el balcón de nuestra casa veía como los peones bananeros subían y cortaban sus hojas, y luego sus troncos, cambio el paisaje para este niño del banano. Los árboles de mango floreaban recuerdo su olor, después sus mangos tiernos con sal, pero estos mangos eran fumigados por los aviones de Yunai junto con nosotros, ésta era la otra cara de la Yunai. Las noches eran oscuras y con muchas estrellas, en estos tiempos no había electricidad, un día vino una cuadrilla de la Yunai e invadieron nuestra casa y empezaron a poner unos cables, que colgaban con una bombilla y sorpresa, se hizo la “luz.”
Había personas que venían todos los días con sus bicicletas y vendían, pan, carne, leche y ropa. Una señora que se llamaba Doña Chavela Gómez junto con su nieto, un carajillo machillo eran los lecheros; la abuela y él vendían leche, queso y cuajadas. Un señor que le decíamos Chamorro, vendía el pan, el que vendía la carne era Manuel (Pachuco). También había un muchacho llamado Luis Villachica él era el otro lechero este era hijo de Cachiro.
También mi hermano vendía leche, en una motoneta. Mi hermano se crió con otra familia porque mi madre era soltera, y era empleada de un mandador de la compañía, ella tenía a mi hermano, y mi hermana estaba por nacer; y este señor no tenía hijos, y viendo la situación de mi madre, él le decía regálame el niño casi todos los días, y ¡un día se lo regaló! Se fueron a vivir a La Palma esto era un pueblo cerca de Palmar Sur. Tampoco existía la carretera Interamericana, se viajaba por los caminos de la Yunai.
Las noches de lluvia y tormentas eléctricas no me gustaban porque los rayos caían sobre los tubos de los marcos de fútbol, esto era impresionante ver tantas chispas. La locomotora era un monstruo tirando fuego y humo, que nos ponía a temblar. Para estos años (1959) yo tenía como cuatro años, Palmar Sur era la capital de todas las fincas, la Iglesia, el dispensario, el comisariato donde probé el primer helado de mi vida, y había muchos juguetes colgando del cielo raso; las oficinas centrales de la Yunai, la zona americana donde vivían todos los jefes, también estaba el aeropuerto, la escuela central y toda la zona americana que era, al mismo tiempo, un campo de golf.