En la década de los años 30, la Compañía Bananera inició su traslado del Caribe al Pacífico Sur de Costa Rica. Esta empresa transnacional, con plantaciones en diversos países desde Honduras hasta Colombia y Ecuador, abandona el Caribe en medio de numerosos reclamos.
En los años 20, la empresa empezó a adquirir tierras en la Región Sur. Su incursión en el Pacífico Sur significó una profunda transformación de la región. Poseedora de amplias extensiones de tierra, la empresa asumió el ordenamiento territorial. Como resultado de su presencia, surgieron nuevos pueblos que cambiaron la faz del Pacífico Sur.
El enclave bananero se estructuró administrativamente y geográficamente en Divisiones, Distritos y Fincas. Inicialmente en el Sur existieron tres Divisiones que fueron Quepos, Golfito y Puerto González Víquez. Palmar Sur era un Distrito de la Subdivisión de Golfito y fue dividida a su vez en veinte fincas. La compañía llamó a las fincas de Palmar Sur con los números del 1 al 20. La “finca” era la unidad productiva y poblacional. Cada finca era rectangular y medía 800 acres, de los cuales, 20 (esto es unas 8 ha), estaban ocupadas por el caserío o cuadrante: El cuadrante estaba ubicado en un punto central de la finca, de acuerdo a un plan racional y uniforme. En cada cuadrante podrían habitar en principio unos ciento cincuenta peones.
El cuadrante era una plaza de fútbol rodeada de viviendas de trabajadores, viviendas del capataz y algunos funcionarios intermedios, y bodegas. Inmediatamente después del cuadrante, daba inicio el área de cultivo de banano. La compañía utilizó una arquitectura asociada a la producción bananera y a la situación climática imperante. Los “cuadrantes” dan pie a verdaderas ciudades tropicales inmersas en el bananal y la selva. Hace 30 años que la compañía bananera desapareció pero todavía hoy los pueblos están ahí, los mismos nombres, las mismas plazas. Finca 6-11 es uno de ellos.
La actividad bananera fue en un vigoroso polo de atracción de mano de obra. Miles de trabajadores dentro y fuera del país llegaron a Osa y a otros cantones del Sur de Costa Rica en busca de empleo. Al principio eran hombres solos que llegaban en busca de empleo. Poco a poco se consolidaron familias y pueblos enteros en torno al cultivo, procesamiento y exportación del banano.
La puesta en marcha del proyecto agroindustrial bananero promovió un intenso movimiento migratorio que convocó gentes de Guanacaste, Puntarenas y el Valle Central, pero también de Honduras, Nicaragua y Panamá. Lo que inició como un proceso básicamente empresarial y productivo, se transformó en un fenómeno de carácter demográfico y social que originó las actuales poblaciones de Osa, Golfito, Corredores, entre otras.
Entre los grupos que llegaron, algunos contaban con experiencia bananera y provenían de Siquirres, Turrialba y Limón (Cerdas; 1993). También se desplazaron gentes pobres del Valle Central, “meseteños”, empujados por la crisis económica de la década de los años 30, pequeños campesinos de las áreas periféricas y del sur de San José. Una carta fechada en 1940 y firmada por un grupo de bananeros, dice: “La aguda crisis que allí afronta el trabajador, (…) nos impulsó a trasladarnos a esta zona, donde un clima infernal diariamente diezma nuestras filas… (y termina la carta diciendo) … anhelamos regresar a nuestros hogares de procedencia Firman 300 bananeros meseteños (Cerdas; 1993).
La carta de un trabajador bananero de la Uruca, San José, escrita a su mujer y a sus hijos en la navidad de 1956, ilustra la situación de los migrantes. Su publicación fue autorizada por la socióloga Lorena Salgado Sánchez, lo cual le agradece el Museo Nacional de Costa Rica. El documento forma parte de una serie de cartas inéditas de su padre Aníbal Salgado. A petición de Salgado Sánchez, se conserva la ortografía original.