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Francisco Corrales. Arqueólogo, Museo Nacional de Costa Rica
C. [email protected]
Medio De Difusion: Internet/Digital

País: Costa Rica
Idioma: Español


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Don Alejandro Grijalba y su aporte al patrimonio arqueológico

2015-01-29
Don José Alejandro Grijalba Grijalba tenía un rostro moreno que denotaba su sangre indígena y es posible que esta herencia ancestral fuera la base de la  vocación que mostró por apreciar y proteger el legado indígena presente en los terrenos de su propiedad en las cercanías de Ciudad Cortés de Osa, en el sur de Costa Rica. Su reciente muerte, a los 82 años, es una pérdida lamentable, pero deja tras de sí una lección de trabajo, humildad y conciencia patrimonial.
 
Don Alejandro llegó a Costa Rica desde Rivas, Nicaragua. Allá nació un 2 de enero de 1933 en un lugar llamado la Puebla, y con tan solo 8 años salió en busca de un mejor porvenir en el país del que luego llegaría a ser ciudadano. Cuentan sus familiares que viajó solo, lo cual muestra que desde pequeño tenía una gran fuerza de voluntad para afrontar situaciones difíciles.
 
En aquellas lejanas tierras de El Pozo (hoy Ciudad Cortés)  se asentó y trabajaba en cualquier cosa que le permitieran. Pronto desarrolló una habilidad para el comercio en general, compraba y vendía gallinas, cerdos, madera y así, poco a poco, pudo ir adquiriendo una propiedad que le permitiría más adelante afianzar su vocación de ganadero. Para los tiempos de la Compañía Bananera cargaba su alforja de carne y se iba a venderla a los trabajadores de las fincas. A caballo, en carreta de bueyes y luego en su inseparable bicicleta, don Alejandro, o “Alejandro Pelón” como era conocido cariñosamente, se desplazaba para hacer sus negocios. Fue un ejemplo de persona trabajadora y perseverante.
 
En su finca como en tantos otras propiedades de la zona existían yacimientos arqueológicos y uno de ellos de gran complejidad. Fue registrado por Ifigenia Quintanilla en 1991, quien muy acertadamente nombró el sitio con el apellido de don Alejandro, así como otros dos monumentos en las cercanías. Así, se inscribieron los sitos Grijalba-1, Grijalba-2 y Grijalba-3. El sitio Grijalba-2, en una terraza del río Balsar, consiste de un conjunto de montículos y basamentos construidos con cantos rodados y piedras calizas así como una esfera de piedra,  que habían resistido el paso del tiempo y que correspondían a una aldea compleja con relevancia a nivel regional. Don Alejandro desde un inicio colaboró activamente con todos los esfuerzos que se realizaron para estudiar y conservar este yacimiento.
 
Don Alejandro y doña Flor Guzmán, su compañera por más de 40 años y hasta su muerte, albergaron en su casa a Lucia de la Fuente la primera estudiante de arqueología que estudió el sitio, en los años 1994 y 1995. Ellos vivían en un lugar que corresponde a la periferia del sitio y además de facilitar hospedaje y alimentación, don Alejandro trabajó en las labores de limpieza de las estructuras.
 
Él supo conciliar sus intereses de finquero con la protección del recursos arqueológico y buscar alternativas que no dañaran irreversiblemente las estructuras presentes.  Luego de los primeros trabajos, logramos un acuerdo con él para limpiar y cuidar el sector del sitio que presentaba estructuras. Muchas veces él se encargó del mantenimiento sin ningún tipo de remuneración. Fueron muchos años de renuncia a una parte de su finca en el entendimiento de que contenía algo valioso de conservar. Incluso en el 2005 nos permitió y ayudó a poner un rótulo en la propiedad para indicar la presencia del monumento cuando apenas se iniciaban los esfuerzos institucionales por asegurar su conservación y protección.
 
Don Alejandro era de hablar suave y pausado, siempre amable, contador de historias e interesado en lo que le contábamos. Nuestras periódicas visitas al sitio Grijalba era también la oportunidad de conversar un rato con él y doña Flor. Siempre se mostraba interesado por lo que le contábamos de nuestros esfuerzos por proteger los sitios con esferas de piedra del Diquís y que fueran declarados patrimonio mundial.
 
Ya desde entonces era clara su determinación por que eventualmente el terreno del sitio pasara a manos del Estado costarricense. Afortunadamente la oportunidad llegó y prefirió vender el terreno al Museo Nacional que a otros potenciales compradores.
 
Varias dolencias y la edad fueron doblegando sus fuerzas pero no su ánimo, y casi hasta el final nos siguió recibiendo con amabilidad, compartiendo su casa y preguntando por los compañeros y visitantes de antaño.
 
Hoy el sitio Grijalba-2 forma parte del conjunto de sitios que en 2014 fueron inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO para reconocer los logros y singularidad de la sociedad precolombina que habitó la región. Esto no habría sido posible sin el aporte de un hombre generoso y visionario como lo fue don Alejandro Grijalba.
 


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