La representación del poder adquirió formas singulares en el delta del Diquís. Los diseños representados en piedra, oro, cerámica y otros materiales reflejan la forma cómo estas culturas veían a sus dirigentes. Al erigir monumentos para el uso y contemplación de la población y mediante el uso de diversos objetos simbólicos, las autoridades reforzaban su poder y la subordinación de otros estratos de la población. En dichos objetos se expresaba el pensamiento dominante y la identidad de la comunidad, lo que permitiría mantener la posición jerárquica de los dirigentes.
Las esferas de piedra son manifestaciones culturales muy singulares de la época precolombina de Costa Rica. Se encuentran en el sureste del país, la mayoría en la planicie del delta del Diquís. Fueron ubicadas dentro de asentamientos importantes, formando conjuntos o alineamientos y como parte de estructuras arquitectónicas principales, para reforzar el prestigio de un lugar y la posición de poder de los dirigentes.
La gran cantidad de estas esculturas, el fino acabado de su superficie, su esfericidad casi perfecta, la variedad de tamaños, así como el proceso de manufactura, simbolismo y uso en espacios públicos, hacen que sean consideradas como artefactos arqueológicos excepcionales.
La elaboración de las esferas se inició 300 d.C., pero el auge de su fabricación y uso se dio entre 800 - 1500 d.C. (Período Chiriquí), al alcanzar las sociedades cacicales su máximo desarrollo.
La producción de esferas implicó desbastar bloques grandes de piedra ígnea, como el gabro, la granodiorita y la andesita o piedras sedimentarias como la caliza y arenisca. El proceso implicó picar la superficie con herramientas de piedra, con calor fue posible desprender capas de roca y utilizando elementos de madera controlar la redondez. La superficie fue tratada con abrasivos como arena para emparejarla y las esferas más grandes además fueron pulidas para darles brillo o lustre.
Existen esferas de pocos centímetros hasta 2,66 metros de diámetro y su peso puede llegar hasta las 24 toneladas aproximadamente. La materia prima para su creación se encuentra en las faldas de la Cordillera Costeña, desde este lugar el material o la escultura semi-terminada se trasladó hasta el sitio donde sería ubicada la esfera y allí terminarla. Se desconoce cómo los indígenas transportaron las piedras, pero fue un trabajo complejo, que implicó una gran organización, movilización de personas, el uso de palancas y bases de rodamiento.
Las esferas fueron utilizadas como símbolos de rango, instituidas por personajes poderosos en ocasiones especiales o para representar su elevado nivel social y político. También habrían servido para señalar la importancia de las aldeas o para marcar sitios ceremoniales y de relevancia comunitaria.
Las esferas eran objetos a los que pocos podrían acceder pues producirlos requería de gran capacidad técnica, recursos y organización social. Entre más grande y perfecta era la esfera y el contar con una cantidad importante de estos artefactos, implicaba mayor prestigio e importancia de la aldea y sus ocupantes.
En ocasiones las esferas fueron situadas formando alineamientos, siguiendo patrones que podrían estar relacionados con el movimiento del sol y otros astros en el firmamento, para señalar posiblemente épocas significativas del año, relacionadas a ciclos agrícolas y rituales.
Es probable que también estuvieran asociadas a ceremonias o actos donde se reforzaría la identidad grupal. A través de estos objetos los dirigentes demostrarían su poder, consolidarían su prestigio y posición sobre los demás y tendrían un importante control de eventos trascendentales en la vida social y religiosa de la comunidad.
La mayoría de las esferas fueron removidas de su sitio original, perdiéndose información valiosa sobre su origen y uso. La observación del objeto aislado, sin el contexto social del que formó parte, ha generado una serie de mitos y especulaciones sin fundamento científico.
Al subestimar a las culturas precolombinas, algunos consideran a los extraterrestres como sus autores, otros ven en su redondez huellas de la mítica Atlántida, dispositivos para navegar, puertas entre dimensiones temporales y contenedores de energía esotérica.
Sin embargo, la investigación arqueológica ha encontrado evidencia científica de los sitios donde vivieron sus creadores, ha identificado las herramientas de manufactura y localizado esferas en su lugar original que permiten dar cuenta de sus posibles usos. Son bienes representativos del genio creativo, las capacidades técnicas y la visión de mundo particular de las culturas indígenas antiguas.
Las esculturas cilíndricas, llamadas “barriles” por su forma, son objetos poco conocidos de la arqueología de Costa Rica. Fueron elaborados en el período 300 a.C. – 800 d.C., y han sido hallados en el oeste de Panamá y el Pacífico Sur de Costa Rica, donde se han encontrado asociados con esferas de piedra.
Algunas de estas esculturas presentan grabados en las partes planas, con representaciones de personajes y figuras de animales importantes dentro del sistema de creencias de las culturas de la región. Aunque se desconoce el uso que se le dio a los “barriles”, su compleja manufactura y los diseños que presentan, indicarían su utilización como objetos simbólicos.
Los “barriles” se dejaron de producir a partir de 800 d.C., adquiriendo mayor relevancia para las culturas del Pacifico Sur de nuestro país la elaboración de esferas de piedra como símbolos de poder.
Son esculturas de apariencia rígida, planas y estilizadas, con una base alargada para mantenerlas en posición vertical en los espacios públicos.
Representan personajes y figuras híbridas (cuerpo humano y cabeza o máscara de animal), con adornos e instrumentos de guerra, así como prisioneros y cabezas humanos, asociados con el poder político y religioso.
Estas esculturas sólo se crearon en el delta del Diquís, a partir de piedra arenisca y caliza, llegando a medir algunas de ellas hasta dos metros de altura. El valor dado a estos objetos fue tal, que algunas esculturas se utilizaron aún después de haberse fragmentado, otras fueron quebradas a propósito y depositadas junto a pequeñas esferas, piedras de moler y otros objetos, posiblemente con fines rituales.
Otra forma de expresión del arte en piedra fueron las esculturas de bulto, con imágenes de animales como armadillos, jaguares y reptiles o de personajes, esculpidos en relieve sobre piedras en su mayoría de forma cilíndrica. En algunos casos las representaciones combinan la forma humana con la animal. Algunas de estas esculturas se han encontrado asociadas a estructuras arquitectónicas en sitios como Finca 6, Brishávcra y Batambal.
Los objetos de oro, según su forma y motivos, servían como ornamento, para señalar la posición de los individuos en la escala social, como ofrendas funerarias y para el intercambio. Destaca la presencia de ornamentos en forma de aves (zopilotes, águilas arpías, búhos), ranas, armadillos, lagartos y otros animales. También son frecuentes las representaciones humanas con máscara de animal y con bastones o instrumentos musicales, figuras que se identifican con los chamanes. La presencia de arenas que contienen oro en los ríos y quebradas de la Península de Osa favoreció su obtención para los habitantes del delta del Diquís y la manufactura en piezas de gran belleza y simbolismo.
Para la época 800 – 1500 d.C., en el Diquís, la cerámica tuvo variedad de formas, estilos y técnicas decorativas; se destaca el uso de la policromía (crema, rojo y negro), de motivos bicromos (blanco sobre rojo, negro sobre rojo, rojo y café), la decoración plástica (líneas incisas, punzonados, adornos con formas de animales). Son notables las vasijas "galleta" (llamadas así por la similitud de su pasta con la de las galletas), las cuales reflejan una gran destreza artesanal, fabricándose posiblemente en centros especializados. También llaman la atención las vasijas ovoides de soportes altos en forma de pez o reptil, cuyo uso parece haber estado restringido a los eventos funerarios y como ofrenda.
Las piezas elaboradas con materiales orgánicos se conservan muy poco, presentan diversos estilos y diseños. Destacan los elaborados en huesos, entre ellos la utilización de restos humanos como parte de la decoración corporal.
La exuberante naturaleza del Delta impactó la mentalidad de sus pobladores, sus creencias y elementos artísticos. Durante miles de años, las culturas prehispánicas hicieron uso de los diversos ecosistemas de bosques, llanuras, humedales y zonas marinas de la región, donde obtuvieron alimentos y la materia prima para elaborar viviendas, utensilios, herramientas, vestido y para la curación. Estas culturas además tenían un vínculo espiritual muy profundo con su entorno, lo que motivó una visión de mundo muy rica y particular.
En esta manera de entender las cosas, los animales fueron muy importantes. En la cerámica, los objetos de metal, hueso y piedra, se identifican figuras de mamíferos, aves, anfibios y reptiles. Cuya presencia en el arte antiguo de la zona, puede estar asociado con ideas que estas culturas tenían sobre la vida, la muerte, el poder social y lo sobrenatural.
Entre las especies representadas están los jaguares, dantas, nutrias, saínos, armadillos y perezosos. También es posible observar reptiles como cocodrilos, diversas aves como los tucanes y zopilotes (probablemente zopilote rey), así como diversidad de peces, crustáceos y ranas. Algunos de estos animales conformaban la dieta de estas personas, mientras que a otros se les atribuían características físicas o espirituales que se deseaban imitar o controlar.